En 2010 celebramos 200 años de la Independencia de México del dominio español. Si bien la Ruta Histórica es extensa, pues abarca unas 23 ciudades de ocho estados, las tres ciudades más importantes están en Guanajuato y a pesar de que los viajes en auto me marean sobremanera, aproveché la práctica escolar y me fui a conocerlas los días 13, 14 y 15 de Mayo.
Afortunadamente nos fuimos en una espaciosa y comoda camioneta gigante con aire acondicionado y televisión, pero despúes de un viaje de cinco horas con una parada al baño, rico vodka disfrazado con jugo, desvelados y luego de ver dos películas, llegamos a Guanajuato cansados, hambrientos y con ganas de llegar al Hotel. Horrible sorpresa la que me llevé cuando me dí cuenta de que primero haríamos algunas de nuestras visitas programadas, y que mi dolor de estómago tendría que esperar. La bocamina "San Ramón" quizá me hubiera resultado más interesante si no hubiese necesitado un baño. El Bar de la Hacienda solo me recordó que teníamos prohibido beber durante el viaje y bajar a la mina fue la peor idea que pude tener, ya que la humedad, la profundidad y la falta de ventilación dispararon el asma supuestamente erradicada en mi niñez y la siguiente hora respirar fue dificil, por no decir doloroso.
De allí fuimos al Templo de San Cayetano, también conocido como La Valenciana, cuyo altar está bañado en oro y su peculiar historia. Eso sí, entre las fotos blasfemas de mis amigos y un hombre de la iglesia que según explicaba, pero en realidad quería evangelizar ateos, pasé un buen rato de alegría y diversión (mi vida está completa ahora que ví a los abuelitos de Yisus).
La siguiente parada fue la "Hacienda del Cochero", un pseudo-museo de la Inquisición, en el que descubrí el cínico afán de algunos guanajuatenses por exhibir un par de objetos supuestamente históricos, réplicas baratas e insípidos cuadros en 3d. El recorrido me provocó pena ajena, pues la Guía, vestida con un hábito de monje, se la pasó diciendo sandeces, mirando embelesada a mis maestros y citando el Código Da Vinci. Lo único bueno fue la explicación del Profesor de Historia y las fotos, (el otro maestro casi me provoca un ataque de risa nerviosa defendiendo a la iglesia. Dios, protégeme de tus seguidores).
Después de atascarnos de pizza y beber chela a escondidas, llegamos al hotel La Abadía, para cambiarnos, ir al baño, etc y volver a salir. Al fin visitaríamos la ciudad de Guanajuato. La primera parada fue la Alhóndiga de Granaditas, escenario de los inicios del movimiento (una super matanza). Luego, en uno de los cerros que flanquean la capital está el inmenso monumento al Pípila, en cuyo mirador pudimos ver la ciudad completa. Mas tarde, luego de nadar y disfrutar un poco el hotel, fuimos a cenar. El pozole, el lugar y la conversación fueron de lo más agradables, pero lo que nos cautivó a todos fue la cantidad de bellezas locales paseando tranquilamente por la plaza. Mas tarde en el hotel, pasamos una larga noche de desmadre y pendejadas, excitados por la enorme libertad que teníamos.
El día siguiente, luego de pasar horas en la alberca, visitamos Dolores Hidalgo, cuna de la independencia. Visitar la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores, donde el cura Miguel Hidalgo dió el histórico grito, fue de lo más emocionante. Luego pasamos al Museo Casa Hidalgo y a una antigua carcel que actualmente funciona también como museo. Comimos en un colorido restaurante (la comida estuvo exquisita, sobre todo mi cerveza legal con clamato) y después en la plaza compramos nieves deliciosas de sabores rarísimos. Esa noche, de vuelta en guanajuato, fuimos a la tradicional Callejoneada, una ruta que comienza en el bellísimo Teatro Juarez y recorre los estrechos y retorcidos callejones de la ciudad hasta el Callejón del beso, escenario de una leyenda popular. Al termino del recorrido fuimos a un bar, donde me aburrí bastante, pero tomé un par de tragos coquetos. Mientras todos bailaban salí a caminar y conseguí buenas fotos nocturnas de la Iglesia, el teatro y los túneles de la ciudad. Regresamos al hotel de madrugada, agotados y medio pedos.
La mañana siguiente, aprovechamos nuestras últimas horas de hotel nadando. Despues fuimos a conocer las famosas Momias de Guanajuato y el Mercado Hidalgo, donde compré dos típicos (y deliciosos) royos de guayaba. Terminamos muertos de cansancio y durante el trayecto al siguiente destino la mayoría cayó rendido. San Miguel de Allende, nuestra última parada, es un lugar al que mi madre guarda mucho cariño, así que mis expectativas eran altas. Personalmente me pareció un poco sobrevaluada (¡y los precios, por dios!). Eso sí, la Casa Allende y su museo es preciosa y muy recomendable. Ni que decir de la Parroquia de San Miguel Arcángel, impresionante con su estilo gótico. Antes de emprender el regreso comimos en un pequeño restaurante donde pasamos un muy buen rato.
El regreso fue espantosamente largo y pesado. Nos detuvo la federal sin motivo, mi estómago volvió a darme problemas y paramos en un mini super a comprar chácharas antes de llegar a las once de la noche a la escuela, donde fui recibida por mi mami. A pesar de los contratiempos me divertí muchísimo y realmente cambió mi perspectiva sobre la historia de la Independencia. Se estrecharon relaciones con mis compañeros de viaje y sobre todo me dejó muy buen sabor de boca y ganas de volver a viajar pronto.
Espero disfruten de ésta crónica y disculpen la tardanza. Nos estamos leyendo.
Low rider by War
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4 comentarios:
Insisto, quítate el freno de mano, Andrea. Pero muy buen post.
Insisto, quítate el freno de mano, Andrea. Pero muy buen post.
Como dije: Detallandamente consisa. Buena entrada, espero con ansias las siguientes.
Pues a mi esta entrada me ha gustado mucho, se ve que en verdad disfrutaste el viaje y eso es muy bueno. Las fotos también me gustan ^^ creo que este es un momento diferente de tu blog, donde lo único que se nota es que esta experiencia te ha dejado muy contenta. Ah! los bares de por allá, me han contado igual que estan un poco aburridos :P.
Muy bonita crónica.
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