¿Como eras tú cuando bebías?
-pregunta alguien como si preguntara por un muerto.
Tal vez haya razón:
no es quien muere el mismo que resucita.
Jorge Cantú de la Garza
Mis cigarrillos son asideros a la realidad. Esa desazón en el estómago, ese calor incómodo que me recorre entera cuando el tiempo se convierte en agua es lo que obliga a mis temblorosas manos a prender el que sigue. Siempre he tenido un carácter nervioso. Mi vida es una pantera agazapada, lista para el gran salto pero inmóvil.
Mi mente esta llena de cajones atascados de papeles que gritan URGENTE. Tengo un montón de listas incompletas, de planes sin atender. El tiempo es soñar y así me disperso. Le doy vueltas una y otra vez a las cosas, las pongo en espera (la espera de la capacidad, de recursos, de valor, de decisión) y así se pierden en el caos que impera dentro de mi cabeza. Todo es lógico y a la vez retorcido, como si en mi cráneo estuviese el país de las maravillas.
Tengo esta receta genial, los ingredientes, pero no me atrevo a entrar a la cocina. Cualquier cosa parece más importante (mira, una mariposa). Es una mezcla de apatía e inseguridad la que me mantiene estática. Los libros son los únicos que consiguen hablarme, e incluso sus voces me parecen distantes a veces.
Escribir es aterrador. Es desnudarse y salir a la calle. El mundo entero puede ver todos y cada uno de tus defectos. Escribir conlleva una frustración decepcionante. Para mi mala suerte, escribir es como respirar.
He aguantado la respiración demasiado tiempo, y ahora respiro en bocanadas torpes, jalando todo el aire que puedo a mis pulmones. Es simplemente algo que tengo que hacer. Mi llamado, podría decirse.
Y ahora estoy aquí, fumando, aporreando las teclas de mi computadora recién arreglada (como si se tratase de una máquina de escribir), desnudandome ante extraños (cualquiera que no sea yo es un extraño).
¿Cómo te explico, lector, el pánico que produce la página en blanco, la carga que implica tener lectores que piden tus palabras, la verguenza de no poder acomodar una línea satisfactoria? ¿Cómo podrás entender lo que es tratar de justificar una ausencia tan prolongada, un periodo literariamente estéril, cuando tu vida entera tiene como eje las palabras?
Ninguna de las maneras en las que pretendía regresar y saludarte de nuevo me pareció apropiada. Lo único de lo que fui capaz es de venir y vomitarte mis pensamientos esperando que los tomes como una disculpa y creas con más convicción que yo que tal vez no perdí mi capacidad de hacer lo único para lo que sirvo realmente.
Crave es la única palabra que puede explicar como me siento. Se puede traducir como "desear ardientemente, ansiar, necesitar". I crave for life and a lot of stuff that I really dont need. Ojalá pudiera concentrarme.
A lo que voy con toda la mierda que acabo de escribir es que estoy en remodelación. Al principio todo es miel sobre hojuelas porqué estás todo motivado y lleno de energías, pero después, cuando te das cuenta del trabajo que aún queda por hacer, los hábitos como muros que tienes que tirar, el cascajo de pasado a desechar, los planos para unos cimientos fuertes y duraderos a trazar, los materiales costosos que necesitas para edificar la vida de tus sueños, las obras de construcción y la fatigada mano de obra de la que dispones, te pones bastante enfermo ante la magnitud de la empresa.
Grandes planes, sí señor, pero bajo presupuesto. Y bajo presupuesto implica chingarle el doble y, con toda la pena del mundo, yo soy una huevona de lo peor. Nací cansada. Pero el sueño es fuerte (tanto que no me deja dormir), así que sigo aquí, como idiota, parada en las obras negras de mi vida que avanzan demasiado lento para mi gusto.
Siento que este blog ya no me queda. Que crecí y sencillamente ya no es mi estilo. No te confundas; amo todas y cada una de mis entradas, amo el tono general del sitio, pero es como bajar veinte kilos y tratar de ponerte tu vestido favorito.
Igual y me estoy malviajando. Sólo quiero que sepas lo culpable que me siento por callarme así. Lo fuera de lugar que me siento en estos momentos. Sé que volveré a escribir en el futuro, eso seguro, pero no sé si será aquí, no se si pueda entallar esta prenda o si tendré que buscar una nueva, una en la que esté cómoda. No te pienso abandonar (tu no me has abandonado, lo agradezco) y si me cambio de casa te prometo que serás mi primer invitado.
Mientras destruyo todo para volverlo a construir, sólo puedo fumarme otro cigarro y tratar de permanecer en pie. Con un poco de suerte caminaré dentro de poco.